martes, 23 de octubre de 2007

Imaginemos...


Imaginemos que le están comienzo un pezón. Es una situación agradable, ¿no? Una lengua humeda que le sorbe de manera continua dicho apéndice. Supciona, lame, muerde, pellizca con los labios.

Obviamente, este ritual, provoca el erizamiento involuntario del pezón. De su pezón.

El ser humano, para obtener placer, no solo se conforma con sentir, ha de ver. Pero, salvo que se le prive totalmente de ese sentido, todos somos voyeurs por naturaleza. Dada esta condición, baja usted la vista para encontrarse con los ojos entrecerrados de su amante, que sigue concentrado en su pezón como si su vida dependiera de ello. Probablemente sea así.

Tras haber observado la escena un momento, inclina la cabeza hacia atrás y se regodea en el recuerdo. Otra caracteristica humana, el recuerdo, donde todo es más bello a pesar de ser minutos los transcurridos.

Finalmente, suelta un gemido. Provoca que varias mujeres se giren descaradamente y comiencen a cuchichear. Un señor le mira por encima del periodico.

Ciertamente, no es un comportamiento normal, que una madre se excite dandole el pecho a su bebé recién nacido. Quizás sea su condición de madre primeriza, quizás sea que el hijo, a pesar de su corta edad (un par de días), se parezca demasiado al padre. Fuerese lo que fuerese, se levanta totalmente azorada, y después de aborcharse el sujetador apenas aciertas a pagar al camarero el café antes de salir de la terraza.