lunes, 17 de diciembre de 2007

1:22

Colapsada en el marco externo temporal de la inconsciencia verbal, los trastornos crónicos de mi adolescencia pugnan por destruirme por dentro y compaginar mis anginas con los glúteos de los estrecteococos del plenilunio solar.

¿Qué es el rumor de las ruinas de los amorcillos quebequianos? ¿Realmente lo conocemos?

Se esconde detrás de los ojos de unos amigos bandoleros, pero no queremos, no sabemos reconocerlos.

¿Es saber decir basta cuando hay que decir basta?

Danzar entre las llamas de la más ardiente nieve celestial mientras los ángeles gritan desgarradores cánticos de muerte. Escuchas ecos de destrucción, notas de esperanza, caos de miseria.

Sin embargo, no nos queda más que esperar y rezar. Que las cosas se arreglen, que la vida nos regale con esa cárita gallina clueca caída del púlpito terrestre. Sólo eso.

Desde aquí, mis más sinceras disculpas.